Hacía bastante tiempo que no abría esta categoría del blog dedicada simplemente a OPINAR. El fin de semana ha sido tan bonito y enriquecedor, que ha movido en mi algo que necesitaba sacar y compartir.
Hace dos años que comencé la «formación» en terapia Gestalt. Entrecomillo la palabra formación, porque cada fin de semana que la disfruto, la siento mas parecida a una manera de vivir, que a una forma de hacer terapia.
En el último módulo hemos hablado de APOYO y CONFRONTACIÓN. Para explicarme y simplificar dos términos en principio sencillos de definir y complicadísimos de accionar, hablaríamos de apoyar, cuando señalamos lo que creemos auténtico de una persona y de confrontar cuando hacemos lo mismo, pero con aquello que no nos parece genuino. Os hablo en todo momento de trabajo con personas adultas, aunque irremediablemente, vienen a mi cabeza los peques.
APOYAR lo que nos parece genuino. Esta frase me resuena una y otra vez en la cabeza.
Creo firmemente que todas las criaturas nacen genuinas. Aunque también lo hacen fusionadas con la mamá, es decir, no existe en ellas conciencia de SER una persona diferenciada. Conforme van creciendo, se van dando cuenta que no son mamá, que existe un tú y por lo tanto existe un YO. Y que si existe un TU, puede suceder que en algún momento pueda haber un NO TU, que la persona adulta a la que estamos apegados, la que nos da seguridad, amor y cuidados, puede irse y ¿qué sucede si se va?. Como entenderéis un niño o niña pequeños, no pueden valerse por sí mismos, así es que la sensación debe ser algo parecido a: «si no estás, me muero porque yo solita, no soy capaz de sobrevivir».
Es en este momento, cuando las criaturas empiezan a adaptarse a lo que hay: a los miedos de papá, a las manías de mamá, a la forma en la que le habla la abuela… Adaptarse a lo que hay, es una magnifica estrategia para no perder la seguridad y el amor. Una magnífica estrategia para SOBREVIVIR. Pero entonces, ¿dónde se queda lo genuino?.
La pregunta no es más sencilla que la respuesta. Opino que es imprescindible, al menos para las personas que trabajamos en el ámbito infantil (terapeutas, educadores y educadoras y docentes principalmente), «darse una vueltita». Conocernos un poco más, ver que nos pasa, que nos gusta o disgusta, cómo nos movemos, QUE SENTIMOS, qué pensamos y RESPETÁRNOSLO.
Y una vez hecho esto, igual somos más capaces de ver al peque que tenemos enfrente con una mirada menos viciada de nosotros mismos. Una mirada que es capaz de ver lo auténtico del otro, porque sabe lo auténtico que hay en uno mismo y en una misma.
Absolutamente de acuerdo Ana.
Los peques hacen lo que pueden para sobrevivir en un mundo «montado» para los adultos.
No nos damos cuenta que son nuestro espejo. Ellos son nuestros maestros y no al revés.
Seguiré deseando que llegue el día en el que «los mayores» seamos capaces de parar (al menos de vez en cuando), dejar de mirar nuestro ombligo, y mirarnos en ellos.
Gracias por compartir tus reflexiones.
Un abrazo.-
Me gustaMe gusta
Gracias a ti por compartir tu opinión.
Un abrazo grande.
Me gustaMe gusta